martes, 8 de mayo de 2012

Capítulo 2: Dragon Ball + Líquido corrector (tippex)= Alucinaciones

Deambulaba por las calles de manera rápida, mecánica. Parecía poseído, como si únicamente me tratase de un peón del destino que conocía centímetro a centímetro la endiablada ciudad en la que me hallaba, esa siniestra Málaga. Caminaba sin rumbo... Eh, no, es verdad, me dirigía a casa de Marcos.
Pues eso, llegué a la humilde morada de Marcos. Humilde, pero bonita, no os confundáis, queridos amigos internautas. Mi amigo Marcos reside en un bajo, junto a una casa okupa. Mientras entraba al portal, tropecé con la chica que vi antes a través de la ventana de mi habitación. Iba a decirme algo, puesto que abrió la boca, cerca de la mía. Pero, por su boca, en vez de salir palabras, salió una lengua, la cual intentó introducir en mi boca. Creo que se llamo beso. No recuerdo si terminamos dándonos aquel beso porque toda mi atención fue desviada a una belleza suprema, extraordinaria, magistral y superior a la de la chica con mucha ventaja... Tan superior que me lancé a por ella. ¡SÍ, UN CROMO DE LA NUEVA VERSIÓN DE CHARIZARD Y CON EL MOVIMIENTO ENVITE ÍGNEO! ¡Y solo para mí!
Ahí estaba yo, revolviéndome por el suelo, cuando Marcos me encontró:
- ¿Se puede saber que mierdas haces en el suelo de mi rellano?
Miré a Marcos con superioridad y me levanté del suelo ágilmente.
- Rescatando a esta belleza de las garras del sucio y asqueroso suelo. -Aclaré, mostrándole mi cromo de charizard- Ese no era tu lugar, ¿verdad? Mi pequeña, seguro que has sufrido ahí. -Le hablé al cromo.
Mi querido amigo me lo arrebató de las manos con rapidez y destreza. Estuvo cinco minutos admirando la su suprema belleza, hasta que yo, cansado, le pedí que me lo devolviese. Vale, para ser francos, he modificado un poco la verdad, se lo quité sin pedírselo si quiera. 
Total, que con mis diarreas mentales, fui hasta la cocina de Marcos, el cual me invitó a unas ricas tostadas con mantequilla y mermelada. Y ahí, justo en ese momento, recapacité... ¿Qué haríamos ahora? Era aún muy temprano para salir, aún hacía frío.
- ¿Salimos a dar una vuelta? -Me preguntó tras tragar zumo.
- Vale, ¿Qué te parece ir a ver esta tarde Star Wars en 3D? La ponen en el cine.
- Y de paso ligamos.
Me acerqué a él y le palmeé el hombro.
- Claro que sí, campeón.
Y me reí, que es lo único que se puede hacer en estas situaciones. Pobre Marcos, tan cerca de todo y sin saber nada. ¿De verdad esperaba poder ligar? Él, con la cara que tiene... Hostia, casi se me olvida, es que Marcos tiene un sex-appeal que no os imagináis. A ver, es feo de cojones, pero le gusta a las chicas. Pero él cree que es guapo, y si alguien tiene que decirle la verdad, ese no seré yo, si no su espejo. Lo que me recuerda a la película que Marcos y yo intentamos grabar una vez. La película era sobre ladrones de espejos... Lo siento, me he enrollado, diarreas mentales. La historia de nuestra película es caso aparte y deberá ser contada en otra ocasión.
Salimos de la casa. Y esta acción me llevó a preguntarme cuantas veces más entraríamos y saldríamos de una casa sin permanecer más de diez minutos en ella. La verdad es que no me acuerdo bien de lo que pasó, ya que me había comido una de mis figuras de Dragon Ball recuvierta de típex (líquido corrector para los cultos). No me preguntéis como llegué a comerme eso. Y eso, que el efecto corrosivo me estaba produciendo alucinaciones.
De lo que sí me acuerdo, fue de lo que ocurrió a continuación. Ese "suceso" me cambió,  y de no ser por él, no me habría convertido en el hombre que soy hoy. Te agradecería que no se lo tuvieras en cuenta, porque él lo hizo con buena intención.

sábado, 5 de mayo de 2012

Capítulo uno: La nariz del Dr. Doofenshmirtz.

Busqué mi teléfono móvil, que por cierto, es un Iphone, o como yo le llamo, mi "yofón".
Ahora, a todos los creadores de móviles, les ha dado por poner a los móviles nombres de frutas: que si blackberry, que si la marca apple, que si  los banana phones... Los únicos originales son los de yofón.
Bueno, a lo que iba, tenía que contactar con mi querido amigo Marcos para ir a su humilde morada. No me daba miedo que pese a la temprana hora estuviese dormido, porque siempre se levanta muy temprano para ayudar a su buena mamá. Pero ya no lo hace... Su madre se marcho a otro lugar.
Es que su madre trafica con capuchones de bolígrafos, y aquí el mercado era muy malo. Tuvo que cruzar, también, porque Marcos se avergonzaba de ella, decía que los pobres capuchones no debían sufrir tanto. Eso me dio pena, porque yo estaba enamorado de ella. Es que ella era perfecta: tan simpática, agradable, divertida, graciosa, bondadosa, inocente, pedófila, amargada... Pero sobre todo, lo que más me gustaba... ESAS TETAZAS, QUE BUENA ESTABA, JODER. No sé como el tonto de Marcos pudo salir así de horripilante.
Claro está, que Marcos es todo lo contrario a mí. Yo soy alto, él es como un pitufo. Yo estoy fuerte, él es tan fuerte como el papel de fumar con el que las chonis de mi instituto se lían los porros. Yo tengo unos preciosos y llamativos ojos azul mar que engatusan a las jovencitas (y no tan jovencitas, como la madre de Marcos) y Marcos tiene los ojos negros como mi ano (que también es muy bonito, debo añadir). Mi nariz es la perfección nasal y la suya es como la de Dr. Doofenshmirtz. Mis labios son como dibujados por el mismísimo Leonardo Da Vinci y son deseables, y los suyos son tan abstractos como los de Picasso. Y por no hablar de mi hermosa melenaza, con flequillo hacia el lado izquierdo de mi rostro (derecho para los que tienen el gusto de verme de frente)  y de color negro azabache... Y bueno, de él no hay mucho que contar, está calvo.
Se escucharon tres veces esos malditos pitidos que todos los malditos teléfonos emiten, aunque prefiero eso a la horrible voz de Marcos.
-  ¡Carlos! -exclamó alargando la "o" -, ¿Cuando vas a pasarte por mi humilde morada?
-  Cuando tu madre vuelva y corra en bragas por ella gritando: "Carlitos, cómeme entera."
-  Tío, que es mi madre.
Y de nuevo a mi mente regresaron su maravillosa sonrisa juguetona. Pero me deshice de ese pensamiento, ya que Marcos estaba al teléfono y no quería empezar a emitir gemidos.
- Estoy allí en cinco minutitos, prepárate, que como te coja... No te suelto.
- Me iré desvistiendo... ¡Fiera!
- No iba por tí, no te emociones, iba por la tía buena que acaba  de pasar frente a mi casa.
Y me fijé en aquella chica, que como he dicho estaba buena... Me sonaba de algo, aunque no sabía de qué... Esos ojos misteriosos, ese cuchillo en la mano y esos escasos cinco metros de distancia a los que se encontraba de mi. De repente sacó un walkie-talkie de la mano libre del cuchillo y se lo llevó a sus carnosos labios. Creo que dijo: "Ana, le tengo".
- ¿Vas a venir ya o no?
-Que sí, pesado, y de paso me cuentas el último episodio de bakugan... Se me ha ido la luz y no he podido verlo.
Y antes de que se riera de mí, colgué. Porque, como expliqué en el capítulo anterior, cuando se te va la luz mientras que ves bakugan, uno lo pasa muy mal... Tan mal, que puedes hasta morderte las uñas postizas que tu madre te ha puesto con cariño y amor. ¡Hostias, me las tengo que quitar!