jueves, 28 de febrero de 2013

Capítulo cinco: Gran lentej(a)uela.

A las personas les llega el momento en el que deciden que hacer con su vida, hacia dónde orientarla, que empezar a hacer. Un momento, en el que se te pasa por delante todo lo que has vivido, y deseas saber todo lo que te queda por vivir. Mezclas de tristeza, felicidad, risas, sueños olvidados y sueños cumplidos, pasan por tu cabeza convirtiéndola en un cuadro multicolor, de el que intentas sacar algún significado. Piensas en lo que te gusta, en lo que quieres hacer, en lo que haces... A todos nos llega el momento...
Suerte que a mi todavía no. 
Así que como otro día cualquiera, lo único que pasaba por mi mente, era que pasarían en los siguientes capítulos de mis series favoritas. Marcos, a mi lado, seguro que estaba planear como dominar el mundo. Que yo sé que Marcos, tras esa cara de niño bueno (y feo), esconde un alma destructiva y enferma que lo único que desea es hacerse con el control total del universo. Pero yo analizaremos psicológicamente a Marcos en otro momento. Porque lo que tengo que contaros hoy es importante.
Salí de mi casa a eso a las ocho de la mañana, rumbo al instituto. Imaginaba que hoy no sería el día en el que estuviera derruido para que los extraterrestres nos retaran a un partido de fútbol, pero una parte de mi, pequeña, pensaba que nada era imposible. Mi chasco no fue demasiado grande al ver que no pasaba. Unas simples maldiciones y gritos lanzados al cielo únicamente. Tras encontrarme con Marcos, subí a mi clase, aquella aula infernal dónde los profesores intentan meterme algo en la cabeza. Ellos dicen que soy imbécil, y que por eso no me entra nada, pero yo sé que es porque soy demasiado inteligente, y mi cabeza rebosa de inteligencia hasta los límites, de manera que sólo me arriesgo a aprender lo que creo que puede serme de utilidad.
Tras horas y horas que parecían no tener un fin concreto, sonó la campana... Indicando aquellos treinta minutos de tortuoso proceso donde te exponías a los rayos gamma solares y brillar como una gran lentejuela... En el caso de Edward Cullen, soy gran fan de la saga, por cierto. No, en realidad me expongo a que miles de pares de ojos femeninos, felinos me miren (como si fuera carne recién echa del Horno de Paquito).
- ¡Carli! -una voz femenina llamaba la atención sobre las demás.
- Eh... ¿Mamá? ¿No estabas en el patíbulo?
Una mirada envenenada atravesó la cuenca de mis hermosos ojos, era de mi madre.
- ¿No acordamos no hablar de lo que hago en mi tiempo libre? Eres un niño malcriado. -susurró agarrándome del brazo, sin echar en cuenta la mirada confusa de Marcos.
La conserje, cuya belleza es incalculable para sus ochenta años de edad, sacó un folio con instrucciones claras de como sacar a un menor de un centro de reclusos. Mi madre sonrió amablemente, pero por dentro envidiaba esos pechos tan firmes de la conserje María Dolores. Una firma amorfa y en poco tiempo salía por las puertas de aquella cárcel con comida a altos precios.
Ya en casa, decidí meterme en el blog de mi escritora favorita: Ana Dómenechator. (Sí, tengo fans). Pero para seguir continuando mi historia, creo que primero deberíais saber vuestra historia. Sí, vuestra historia conmigo, Carlos Dómenech.

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